SELLO | II CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE PEDRO PABLO ABARCA

II CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE PEDRO PABLO ABARCA

DATOS TÉCNICOS DEL SELLO

Número EDIFIL: 3537

Temática: Efemérides

Fecha de puesta en circulación: 17 de abril de 1998

Procedimiento de impresión: Huecograbado

Papel: Estucado, engomado, fosforescente

Dentado: 13 ¾

Formato de los sellos: 40,9 x 28,8 mm (horizontal)

Efectos en pliego: 50

Valor postal: 35 Pta

Tirada: 2.500.000

INFORMACIÓN SOBRE EL MOTIVO DEL SELLO

Bajo este epígrafe se conmemora el segundo centenario del fallecimiento de Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda. 

Nacido en 1719 en el seno de una conocida familia aristocrática aragonesa, el Décimo Conde de Aranda ha sido uno de los militares y políticos más destacados del siglo XVIII. La carrera militar la inició muy temprano, viajando por Europa en cumplimiento de diversas misiones militares, estuvo al servicio de cuatro reyes -Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV- y llegó a ser el capitán general más joven de Carlos III. Entre otros cargos ocupó el de embajador de España en Portugal y Polonia, director general de Artillería e Ingenieros, presidente del Consejo de Castilla, capitán general de Castilla, embajador y ministro plenipotenciario de España en París y secretario de Estado o primer ministro de Carlos IV. 

Fue amigo de los enciclopedistas franceses, durante los siete años que estuvo al frente del Consejo de Castilla impulsó una política reformista que le proporcionó una gran estima popular y el elogio de hombres como Voltaire. El Conde de Aranda se preocupó por las posesiones españolas de Ultramar y en su correspondencia se descubre, ya en aquellos años, la dificultad de conservar las colonias americanas que habrían de perderse 100 años más tarde. Demostró un gran interés por la realidad aragonesa e impulsó obras y proyectos como el Canal Imperial de Aragón y la navegabilidad del Ebro. Su enfrentamiento con Godoy por abogar por la paz con Francia le llevó a ser desterrado a Jaén. En 1798 falleció en su palacio de Épila (Zaragoza) sin que se retractara de su conducta ni de sus ideas.